lunes, 22 de diciembre de 2008

La suerte

Aburrida en casa, después de un largo año de estudio y estrés y sin más que hacer, decidí por ir al videoclub a alquilar alguna película que mate el aburrimiento y el tiempo. Eran las 22.10.
Mariano, el del videoclub, siempre con esa cara tan simpática que amaba que le pregunten de que se trataba esta o aquella película, y cuando llegaba yo tenía que preparse para contestarlo todo.
Mirando los estrenos me doy vuelta y veo sobre los dvds acumulados, un bicho caminando. No sé bien qué era, pero me dio mucho asco, así que agarré una de las que películas entre las que estaba decidiendo y fui directo al mostrador, sin preguntar absolutamente nada, pago, doy media vuelta, abro la puerta, salgo, la cierro.
Algo raro notaba, algo alteraba mi sistema nervioso. Y siento un dolor punzante en mi mano derecha, debajo del dedo chiquito, por lo que, miré hacia mi manito, y tenía una gigantezca abeja prendida de la misma. Sacudí mi mano, la maldita abeja salió disparada pero, por supuesto, me dejo un obsequio: su aguijón. Me lo quité, llorando, por supuesto porque es un dolor insostenible.
Empecé a correr hacía mi casa. En el camino paré en una farmacia, busqué al farmacéutico como si fuera la última persona sobre la Tierra que me salvaría de mi terrible dolor en el dedo chiquito.
-Me picó un abeja, me duele muchísimo, ¿tengo que ponerme algo?
-No, solo tenés que esperar a que te baje la hinchazón.
Desilusionada por el tipo que me atendió, me fui a mi casa.
Todavía sigo esperando que mi hinchazón baje y también la dureza y lo rojizo y lo duro.


Sin más.